¿Contar... o mostrar?


En las últimas décadas se ha ido haciendo más y más popular en creación literaria la regla de “mostrar, no contar”. Es lógico ya que nuestra percepción está cada vez más influenciada por el cine y la televisión, vivimos en una cultura de la imagen y estamos acostumbrados a que se nos “muestren” las cosas, además la inmediatez a que nos han acostumbrado los medios de comunicación actuales nos han vuelto impacientes ante los discursos largos, lentos o superfluos. El lector de hoy no tiene tiempo para un narrador que divaga, quiere ir al grano y “ver” desde la primera fila lo que ocurre en la historia que lee, su cerebro está constantemente generando imágenes mientras pasa las páginas y esas imágenes deben ser significativas o de lo contrario cerrará el libro y lo habremos perdido.


Con “ver desde la primera fila” me refiero a presenciar, no se trata tan solo de crear imágenes en su mente sino de transmitirle emociones, sensaciones; el lector quiere emocionarse y sentir, si conseguimos provocar esto lo habremos enganchado a la historia y, para logarlo, necesitamos mostrar más que contar. Mostrar transmite emociones y sentir le permite entrar en la historia, hacerla suya, vivirla, el lector no se puede conectar con lo que está leyendo a menos que tenga una reacción emocional.

Para “mostrar” tal y como el lector espera hay que narrar, pues, como si fuéramos una cámara que enfoca constantemente una escena tras otra, pero hay que hacerlo además de forma dinámica o el “plano” resultará aburrido y pesado. Cada escena tiene un momento crucial, una clave, y de esa clave depende el enfoque de nuestra cámara, los movimientos que hagamos o los recursos que usemos (un plano detalle, un zoom para acercarnos o alejarnos, un barrido o una panorámica…)
Se pueden mostrar situaciones, escenarios, sensaciones, sentimientos o emociones, estados mentales y pensamientos, incluso se puede aplicar la regla de “mostrar” a los diálogos. ¿Cómo hacerlo? He aquí algunos consejos:

1. Usar verbos que muestren, no que cuenten. Suena obvio, sin embargo no siempre nos damos cuenta de que estamos contando y solo cuando releemos la escena que hemos escrito vemos que tenemos que sustituir muchos de los verbos utilizados.

2. Ser específico y dar detalles. Los detalles, siempre que sean significativos, aportan profundidad y realismo a la historia, siendo específicos ayudamos al lector a imaginar y ofrecemos información más clara y sensitiva.

3. Brevedad y concisión. Sin embargo no debemos pasarnos con los detalles, éstos deben ser concisos y pertinentes, no divaguemos ni inundemos la escena de detalles superfluos que no aportan información útil.

4. Usar los cinco sentidos. Cuanto más sensitiva sea la narración más fácil le resultará al lector sentirla, involucrarse y conectar con la historia.

5. Usar recursos fílmicos. Imagina que estás viendo una película de la escena que quieres escribir y narra como lo haría la cámara; enfoca un detalle importante, recorre el escenario, introduce un fundido en negro, etc… hay infinidad de opciones que puedes utilizar para dar más sentido o un efecto concreto a la narración.



6. No nombres las emociones. Si hay un punto en el que esta regla no debería olvidarse es a la hora de mostrar emociones, no le cuentes al lector cómo se siente el personaje porque fallarás a la hora de transmitirle lo que ese personaje está experimentando, muéstraselo y tendrás muchas más posibilidades de conseguir su empatía. Una forma de mostrar un sentimiento es habar de la motivación, hacer saber al lector por qué el personaje se comporta de la forma en que lo hace.

7. Acotaciones de diálogo. Evita usar constantemente la fórmula “dijo el personaje” en los diálogos, muestra la reacción del personaje y seguidamente lo que dijo, o deja que él mismo muestre con sus acciones lo que necesita decir.

¿Y qué hay del contar?

Mostrar es importante, sí, pero hay que tener cuidado con llenar la narración de imágenes, en el equilibrio reside la virtud y debemos compensar el “mostrar” contando de vez en cuando; cada forma de narrar tiene su utilidad y hay que saber distinguir cuándo usar una y cuándo otra.
Es conveniente contar cuando queremos agilizar la narración dando alguna información que, aunque pertinente, no es tan importante. Generalmente la historia de fondo de los personajes se cuenta, si tuviéramos que mostrar todos los detalles nuestra novela sería interminable (además de un auténtico tostón) Lo mismo ocurre cuando queremos dar un salto en el tiempo o hacer que éste pase, o para conectar escenas de forma rápida y efectiva.

Hay que tener en cuenta que contar es narrar con palabras generales o abstractas un evento o situación, mientras que mostrar es narrar con palabras específicas que evocan imágenes concretas. Eso significa que la narración que cuenta es más rápida, general e informativa mientras que la que muestra es más lenta, detallada y vívida.

Esto nos da una pista útil a la hora de elegir cuándo usar cada forma de narrar. La siguiente fórmula puede también ser de ayuda para conseguir una narración equilibrada:


A continuación os dejo un cuadro comparativo y un par de ejercicios que podéis usar para practicar el arte de mostrar… y de contar.



¡Suerte y a disfrutar narrando!


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